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En los últimos días se ha sabido de una empresa consultora que ha decidido reducir la semana laboral a 4 días. La medida sin duda es atractiva y merece atención ya que puede ser vista como una fórmula a seguir como parte de las políticas de gestión de personas en nuestras organizaciones.
Comencemos diciendo que puede ser una excelente política si ella es posible de armonizar con los objetivos de la organización. Una organización se crea para cumplir ciertos objetivos y lograr resultados en ese cumplimiento; eso es el corazón de su cometido. Si una política de personas contribuye a lograr con mayor efectividad esos objetivos, bienvenida, pero si no se alinea con seguridad va a tener corta vida y será contraproducente. Dicho de otra forma, debe ser realista. Lo anterior nos hace pensar que lo que es bueno y posible en una organización puede no serlo en otra; no es lo mismo una empresa consultora que una empresa industrial, minera o del rubro de la salud, por citar algunos ejemplos.
Pero yendo un poco más allá, sería a nuestro juicio peligroso – como es habitual en nuestro medio – que esta medida se asuma como la panacea de muchos males organizacionales que hoy están profundamente arraigados. No sacamos nada con dar un día libre más a los trabajadores si por ejemplo el maltrato de jefes y supervisores sigue siendo el pan nuestro de cada día, como lamentablemente confirmamos en nuestra ya larga experiencia. O que la jornada libre suponga un recargo agobiante de trabajo los días laborales. O que no se adopten otras medidas tendentes a mejorar aspectos relacionados con la inclusión en sus diversas formas, o la equidad de género, o las condiciones físicas de trabajo etc.
Decimos esto porque hay una larga lista de pendientes en muchas de nuestras organizaciones que requieren un cambio en la política y la praxis de la gestión de personas y que no pueden ser “compensadas” con medidas que muchas veces suenan más a marketing que a cambios efectivos y reales que deben ser encarados. No podemos olvidar conceptos tan manoseados en el pasado como la “Responsabilidad Social Empresarial” o “Respeto al Medio Ambiente” por nombrar los más utilizados en otros ámbitos.